Hasta el 13 de agosto de 2011, Daniel Eugenio Ruiz (47) era
una persona que parecía haber superado sus antecedentes macabros, esos mismos
que lo habían llevado a pasar 10 años de su vida en prisión. Pero esa noche, el
ser siniestro que había descuartizado a una ex novia resucitó. Una discusión, una
botella de aguarrás y un encendedor fueron suficientes para prender fuego a su
esposa, delante de su hijo de 9 años. Por este último caso, pasará el resto de
sus días a la sombra.
Aquella madrugada de agosto, Ruiz discutió con su esposa
Yanina Treuquil (27). En un ataque de locura le bañó con aguarrás y la prendió
fuego. Fue el mismo quien apagó el fuego que quemaba a la joven lanzándole agua.
La arrastró hasta la cama y la obligó a quedarse acostada a su lado durante las
siguientes dos horas, mientras la piel de la joven caía a pedazos. Luego, salió
y un vecino lo ayudó a trasladarla al hospital.
Ruiz fue detenido inmediatamente le dijo a la policía que
tras discutir con Yanina salió a la puerta de la casa del barrio Tiro Federal y
cuando volvió a ingresar ella estaba en llamas. Pero nadie le creyó. El vecino
que lo asistió declaro que en el camino Ruiz intentó abrazarla y ella susurró
con los dientes apretados de dolor: “No me toques”.
Con el 90 por ciento de su cuerpo quemado, la joven agonizó durante
80 días. Luego, su vida se apagó. Fue clave para el tribunal de Trelew (integrado por los magistrados Alejandro De
Franco, Ivana González y Darío Arguiano) la declaración de un testigo presencial:
el hijo de la víctima, quien vio como las llamas envolvían a su madre. Ruiz no
concurrió a escuchar la sentencia del. Los jueces creyeron en el testimonio que
del chico, porque lo que testimonió durante 20 minutos ante una cámara Gesell fue
preciso y seguro. “Que se pudra en la cárcel”, gritó la madre dela víctima al
escuchar la lectura del fallo, Olga Obreque. Luego, rompió en llanto.
Por más que la Justicia cayó sobre el asesino con la pena
máxima, de la memoria del niño nadie podrá borrar el terrible momento vivido, ni el olor de la piel y el pelo quemado que
inundó la habitación aquella madrugada. Y mucho menos el odio hacia ese macabro
hombre que le quitó lo más preciado que tenía, su madre.
Pero Ruiz ya
carcagaba con un antecedente por el que era conocido con un macabro apodo: “El
descuartizador de Trelew”. En 1990, también tras una discusión, el condenado había
matado a quien entonces era su novia, Silvia Vargas (19). Luego, la descuartizó
y distribuyó las extremidades por los baldíos de la ciudad. En aquel entonces,
el hecho conmocionó a Trelew y Ruiz fue condenado a 15 años de prisión. Pero salió
por “buena conducta” cuando cumplió los 10 años en la carcel.
El descuartizados pasará mucho tiempo en la sombras. Pero, después
de haber descuartizado a una ex novia, la pregunta es: ¿las pericias que
permiten que los femicidas psicópatas salgan en libertad son hechas con la
rigurosidad con la que deberían hacerlas o son un mero trámite que nadie
controla? La respuesta deberá analizarla la Justicia.
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