domingo, 27 de mayo de 2012

VERDUGOS QUE MATAN POR PLACER


Hudson y Bernal. El cuádruple crimen de la familia enterrada en su propia casa y el triple homicidio cometido por un policía retirado. La venganza como móvil de los asesinatos a sangre fría. Cómo actúa la mente de los psicópatas desalmados.


El fin de semana largo, mientras millones de argentinos disfrutaban de un merecido descanso, dos noticias provenientes de la zona sur del conurbano bonaerense inundaban de sangre y muerte lo que se creía iba a ser un lunes tranquilo. Quilmes y Berazategui ganaban la tapa de los diarios y los alertas informativos de los noticieros. La información que daban a conocer eran dos asesinatos múltiples que sumaban un saldo de siete víctimas, entre las cuales había una niña de apenas tres años.

En ambos casos hay un disparador común, que los psiquiatras forenses denominan como actos psicóticos. Aunque son claros en remarcar que, entre el cuádruple crimen de Hudson y el triple de Quilmes existen marcadas diferencias de personalidades entre quienes cometieron el hecho y entre sus entornos, más allá de tratarse de dos asesinatos de varias personas. “La diferencia más marcada está en el accionar de cada uno de quienes cometieron el delito”, aseguró a EG el psiquiatra Hugo Marietan.

Cuádruple asesinato

La madrugada del lunes 30 de abril, un grupo de vecinos del barrio Kennedy Sur de Hudson, partido de Berazategui, junto a familiares de los desaparecidos, alentados por la propia policía, comenzaron a excavar en el fondo de una precaria casa. Sábanas y colchones ensangrentados fueron lo primero que encontraron. Luego apareció un pie, el de la desaparecida Lorena Sosa (21 años). Pero ahí no terminaba la búsqueda, ya que en la misma fosa se encontraba el cuerpo del padre de Lorena, Pablo Sosa (65), el del hermanastro Javier Lucce (25), y el de la hija de la joven, Jazmín (3), quienes habrían sido asesinadas el miércoles 25 mientras dormían.

Cuando entró, el familiar que realizó la denuncia descubrió manchas de sangre en las paredes y las sábanas. La Policía Científica secuestró un pico y una maza que habrían sido utilizadas para cometer los asesinatos. Estos detalles son los que delatan el morbo de la mente de quien cometió el delito. “Por las características con las que se cometieron los asesinatos, el asesino deja ver la premeditación con la que actuó. Y en las manchas de sangre en toda la casa, el gozo, el regocijo que sintió el psicópata al cometer los asesinatos”, explica Marietan.

Otra de las particularidades que enmarcan a este hecho es el entorno. “Sin acusar a la víctima, hay que tener en cuenta la psicopatía de Lorena”, explica el psiquiatra y agrega que en el ámbito profesional cuando alguien que estaba en pareja con una persona peligrosa, lo deja por otra de las mismas características, y la lleva a su casa conociendo los riesgos que esto implica, es considerada una persona “complementaria de alto riesgo”. Igualmente, la patología en la que se puede enmarcar a la víctima no justifica el accionar de Diego Arbellano Perotti, el principal sospechoso que al cierre de esta edición seguía prófugo.

En este caso no se puede dejar de lado las fallas en la Justicia. El hombre acusado de cometer el cuádruple crimen se movía con total libertad e impunidad, cuando en realidad debía haber estar preso porque hace tres semanas se fugó de la cárcel. Perotti tenía una condena de ocho años por “robo y abuso de armas”, le habían otorgado el régimen de salidas transitorias, que violó. Volvió a la cárcel y al poco tiempo volvieron a otorgarle las salidas transitorias, las que violó por segunda vez.

Perotti se movilizaba con el documento de identidad de su amigo, el único detenido por los crímenes, Leonel Soria. Marietan insiste en que “para Perotti, quien era su mujer se convirtió en un obstáculo y, para un psicópata de tu talla, la única solución era asesinarlos a todos”.

Triple asesinato

Cerca de las 11 de la mañana del lunes, el ex policía Juan Guillermo Moreno (44) llegó a la casa ubicada en Belgrano 783, en Bernal (Quilmes). Allí se encontraba el prestamista Guillermo Mouzo (46), junto a dos amigos: Sergio Farinola (40) y Gabriel Vilar (35). Moreno y el prestamista se encerraron en una habitación a renegociar una deuda de entre 80 y 100 mil pesos, que el ex policía tenía con él. Luego de una ardua discusión, Moreno gatilló su Glock calibre 45 en la cabeza de Mouzo. Cuando se iba, se encontró con la esposa del prestamista que volvía del mercado y, con una frialdad inexplicable, se ofreció a ayudarla a cargarlas. En ese momento, los amigos de Moreno bajaban de la planta superior armados. Moreno desenfundó la pistola y los mató a ambos. Escapó en su auto y luego en una persecución y un tiroteo, fue detenido por efectivos de la Policía Federal.

Si bien en ambos casos existió una premeditación, lo que diferencia el accionar de Moreno del asesino de Hudson es la esperanza de que el prestamista cediera. Pero eso no sucedió. Mientras el asesino del cuádruple crimen actuó con frialdad y decisión, el ex policía no parecería haber tenido la idea de matar. “Si Moreno hubiera tenido la frialdad y la decisión de matar que sí tuvo el asesino de Hudson, no se hubiera expuesto yendo a la casa en plena mañana, como lo hizo”, explica Marietan. Y concluye: “El accionar de Moreno no es el de un típico psicópata, porque el psicópata es una persona hábil y él no lo fue”.



La matanza de Campana


El 2 de agosto de 2008, a la altura del kilómetro 66 de la Panamericana, hallaron los cuerpos de Marcelo Mansilla, su esposa Sandra Rabago y sus pequeños hijos Agustín y Milagros, de 12 y 8 años. El cuádruple crimen fue cometido por Ángel Fernández, un violento presidiario de grueso prontuario que violaba  a su antojo el arresto domiciliario. Tenía pulsera electrónica del Servicio Penitenciario pero, por falta de controles, violaba la detención a su antojo. Tiempo después, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 2 de Zárate-Campana condenó a Fernández, a su hijo Cristian David Fernández, a Stella Maris Cáceres y Daniel Darío Vera  por el brutal asesinato de la familia.  El fallo estableció que los tres hombres fueron responsables de cuatro “homicidios calificados, por el concurso premeditado de dos o más personas con alevosía, todos en concurso real con privación ilegal de la libertad y robo agravado por su comisión en lugar poblado y en banda”. El móvil de los homicidios fue la venganza. Porque, al parecer, una vez la víctima había delatado al asesino.

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